Un mural de cerezos te protege, eres la princesa del prado, sobre uno de ellos una joven y sabia lechuza te mira con alegría pues también eres su princesa. Los tiernos pétalos de los cerezos caen sobre un río de agua verde esmeralda, cargando con ellos esperanza e ilusión. Bajo las melodías de los colibríes y las cálidas caricias de los rayos del Sol, tu reinado deja en libertad a mis sentimientos, me acerco lentamente hacia ti despojándome de mis ropas, de mis lágrimas, de mis armas. Mientras, los deditos de mis pies crean collares con la misma hierba que tocan a los tuyos; por mis piernas las flores multicolores me forran con el traje más hermoso de toda la naturaleza; mi pelo le pide salir a bailar al tuyo al ritmo de la música romántica de los colibríes. Mi carita le devuelve el saludo a la tuya con mis ojos impresionados por la belleza de tus auroras, mi nariz vuelve a oler la felicidad mientras mis labios se humedecen en mi boca.
Me sonríes, te sonrío, y rodeados por una lluvia de pétalos de cerezo que bailan con la fresca brisa, te abrazo, pongo tus manos en mis hombros, y las mías en tu cintura; y sin atender a la mirada de la lechuza que aguarda nuestro amor, beso tus labios con la magia de tu prado, tu paisaje.

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