La lluvia cae, el Sol lanza sus rayos dorados, la tierra agarra... las plantas que día a día crecen, florecen y marchitan. Todo ocurre en el jardín donde nada es eterno, un día sonríen los girasoles, otro llora el sauce, mientras yo espero llegar a ser un árbol.




viernes, 5 de agosto de 2011

Sol, Sol de Verano.

La hierba humedecida por el sudor que recorría mi espalda no dejaba de pinchar sus pequeñas uñas en mi carne produciéndome una sensación de picor, un picor que mezclado con los lametazos secos del Sol me producía un estado de malestar que, sin embargo, no tenía intensión de eliminar. Cada 3,33 minutos la brisa que venía cansada del mar me abrazaba aumentando entonces mi bienestar, el cual ya se veía beneficiado por el armonioso canto de unos curiosos pajarillos que no dejaban de observarme con extrañeza. Se podría decir que únicamente la sombra de algún robusto arbolito podía mejorar, en ese momento, la escena que estaba siendo reproducida de mi vida.
En esas 6 horas que tardó el Sol en ocultarse bajo el bordillo de la mar no dejé de aguantar esa extraña sensación placentera que me producía estar tumbado sobre la hierba verde de mi jardín, puede que no fuera tan placentera, puede, quizás, que así sea como mi memoria haya registrado el recuerdo de esa tarde tan especial de curiosos pájaros que miraban con extrañeza. Lo que sí es cierto es que aquella hermosa tarde naranja, mis pensamientos estaban pintados en un grueso baño de pintura del mismo color, cada neurona de mi cabeza procesaba una imagen, un sonido, un lugar, una sonrisa, una lágrima, un recuerdo donde esa chica de cara siempre sonriente y canto protegido por hermosas sirenas era protagonista junto a esa persona extraña que hablaba con las tórtolas en primavera, y gozaba de los lametazos del Sol de verano, esa misma persona que hoy, otra vez acompañado por el Sol escribe esto.
Hay muchos momentos especiales durante el día, pero puede que el más hermoso de todos, estés triste o feliz, solo o acompañado, es la despedida de ese gran amigo que cada día aparece por la espalda y se oculta sonriendo feliz a tu cara. Si encima lo acompañas con pensamientos o recuerdos igual de especiales, te aseguro que conocerás ese gran tesoro que es la Felicidad.

Dedicado a cada persona que en algún momento ha formado parte de esos pensamientos, y en especial a esa señorita cuyo canto cuesta una vida entera escucharlo, gracias por sonreír hasta en los días de grandes tormentas.

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