Me movía inquieto entre las sábanas, algo externo me incomodaba, pero el cansancio estaba ganando la lucha a mis párpados que no me dejaban ver de qué se trataba. Tras un largo bostezo, conseguí apartar las cortinas de mis ojos y observar mí alrededor, al principio todo estaba borroso pero podía notar la presencia de un gran foco de luz que alumbraba mi habitación.
Miré la hora que marcaba el despertador, las 4:37, aún quedaban algo de tiempo antes de empezar el nuevo día, que se avecinaba igual de aburrido que el resto. Me preguntaba de dónde provenía esa intensa luz. La puerta que conducía al pasillo estaba cerrada, era imposible que viniera de otra habitación, tenía que proceder de fuera. Deslizándome lentamente por las sábanas, conseguí salir de la cama, abrí el armario que soltaba un fuerte olor a ropa limpia, cogí una chaqueta para salir a la terraza, y acabar con el misterio que había roto mi apacible sueño.
Antes de abrir la puerta que conducía a la respuesta de mi pregunta, se me ocurrió que podría ser simplemente algún vecino o incluso algún ladrón haciendo uso de una linterna, pero eso no iba a parar mis ansias por conocer la verdadera procedencia de esa luz tan brillante. Salí y busqué a mí alrededor cualquier cosa que desprendiera esa extraña luz, pero no sabía de dónde provenía, no encontraba ningún foco, sólo podía hacer una cosa, subir al tejado para tener una visión más amplia.
La escalera algo oxidada chirriaba con cada paso que ascendía hasta la respuesta de mi pregunta nocturna. Al llegar al tejado me tumbe sobre él, y entonces contemplé el origen de aquel misterio. Junto a una enorme luna amarilla tan redonda como el Sol, estaba la estrella más brillante de todo el cuadro celeste, su luz iluminaba todo lo que mis ojos podían llegar a divisar. Pasé el resto de la noche contemplando el cielo, observando las estrellas que dibujaban constelaciones, la luna sabia en el firmamento y esa nueva amiga que me había sacado de la rutina de cada noche para enseñarme el espectáculo nocturno, de la oscuridad, del momento que nuestros párpados nos ocultan al irnos a la cama a descansar.
La Luna y aquella estrella tan amigable se ocultaban en el mar mientras el Sol salía entre las montañas. Ese sería un día completamente nuevo, la vida dejaría de ser aburrida y solitaria porque había conocido la luz que alumbraba a la más profunda oscuridad, una estrella a la que cada noche llamo para hablar y reírnos juntos, mientras el búho canta y los murciélagos bailan. Es la estrella de mi vida, mi eterna amiga.
Miré la hora que marcaba el despertador, las 4:37, aún quedaban algo de tiempo antes de empezar el nuevo día, que se avecinaba igual de aburrido que el resto. Me preguntaba de dónde provenía esa intensa luz. La puerta que conducía al pasillo estaba cerrada, era imposible que viniera de otra habitación, tenía que proceder de fuera. Deslizándome lentamente por las sábanas, conseguí salir de la cama, abrí el armario que soltaba un fuerte olor a ropa limpia, cogí una chaqueta para salir a la terraza, y acabar con el misterio que había roto mi apacible sueño.
Antes de abrir la puerta que conducía a la respuesta de mi pregunta, se me ocurrió que podría ser simplemente algún vecino o incluso algún ladrón haciendo uso de una linterna, pero eso no iba a parar mis ansias por conocer la verdadera procedencia de esa luz tan brillante. Salí y busqué a mí alrededor cualquier cosa que desprendiera esa extraña luz, pero no sabía de dónde provenía, no encontraba ningún foco, sólo podía hacer una cosa, subir al tejado para tener una visión más amplia.
La escalera algo oxidada chirriaba con cada paso que ascendía hasta la respuesta de mi pregunta nocturna. Al llegar al tejado me tumbe sobre él, y entonces contemplé el origen de aquel misterio. Junto a una enorme luna amarilla tan redonda como el Sol, estaba la estrella más brillante de todo el cuadro celeste, su luz iluminaba todo lo que mis ojos podían llegar a divisar. Pasé el resto de la noche contemplando el cielo, observando las estrellas que dibujaban constelaciones, la luna sabia en el firmamento y esa nueva amiga que me había sacado de la rutina de cada noche para enseñarme el espectáculo nocturno, de la oscuridad, del momento que nuestros párpados nos ocultan al irnos a la cama a descansar.
La Luna y aquella estrella tan amigable se ocultaban en el mar mientras el Sol salía entre las montañas. Ese sería un día completamente nuevo, la vida dejaría de ser aburrida y solitaria porque había conocido la luz que alumbraba a la más profunda oscuridad, una estrella a la que cada noche llamo para hablar y reírnos juntos, mientras el búho canta y los murciélagos bailan. Es la estrella de mi vida, mi eterna amiga.

Las estrellas, estando donde están, sólo alcanzables desde la visión, han sido musas de tantas y tantas emociones que hoy te envío el descubrimiento más reciente que afortunadamente ha tenido mi telescopio interior gracias a alguien estrellado.
ResponderEliminarEstrella brillante, si fuera constante como tú
Estrella brillante, si fuera constante como tú,
no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche
y mirando, con eternos párpados abiertos,
como de naturaleza paciente, un insomne Eremita,
las móviles aguas en su religiosa tarea
de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas,
o de contemplación de la recién suavemente caída máscara
de nieve de las montañas y páramos.
No, aún todavía constante, todavía inamovible,
recostada sobre el maduro corazón de mi bello amor,
para sentir para siempre su suave henchirse y caer,
despierto por siempre en una dulce inquietud,
silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar,
y así vivir por siempre o si no, desvanecerme en la muerte.
John Keats,"Sonetos" (1819)
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