Quien diga que el ser humano no es un ser sensible no conoce la sensibilidad y por lo tanto no es humano. Cuando las lágrimas de tu abuelo suenan al otro lado del teléfono para anunciarte su orgullo y querer, como si de un virus telefónico se tratara, tus ojos se contagian de las mismas lágrimas dulces que junto la aceleración de los latidos anuncian una evidencia irrefutable, tenemos sentimientos. Y es que en la lejanía de varios miles de kilómetros, encontramos a través de las palabras y emociones la esencia de la vida humana, el sentimiento, un sentimiento que nos coloca en un mapa muy diferente del resto de seres que sin saberlo en ocasiones pueden ser esculpidores de esa misma esencia que nos hace sentir emociones tan fuertes que desprendan lágrimas de nuestros ojos pintados sobre un difuminado iris que se va definiendo con la normalización de los saltos emocionales del corazón.